MITOS Y LEYENDAS

LA LLORONA






Entre los cafetales y los yarumos, en las noches de luna llena, se escucha el grito de la Llorona. De rostro cadavérico, cubierta de harapos pringados por la lluvia y el sol, la Llorona alguna vez fue una mujer hermosa de ojos audaces que enloquecía a los hombres de los pueblos con su cuerpo de acróbata del placer. Ahora, desprovista de esplendor, deambula sin sosiego por las veredas, atormentada por la culpa del crimen y los delirios de una madre que cree llevar entre los brazos a un niño imposible.

EL SEÑORÓN.

                                              


 Relatan los antiguos moradores contrateños, con voz entrecortada, que a comienzo de siglo, proliferaron los espantos más singulares y medrosos. Uno de ellos, por burlón y diabólico, ocupa puesto inolvidable en el recuerdo casi nebuloso de la gente anticuaria.

JUANCHO ARENAS



Quinero del siglo pasado, un mapa o mohán oriundo de boyaca atareado en sacar cascara en la zona de hoya grande, tierra salpicada de cuarzo y marmaja, encuentra una mina de esmeraldas. Sin contarle a nadie comienza a extraerlas subrepticiamente y llena catabras y botijas con luz verde…. Cuando atesor lo suficiente las oculto en una cueva, en la serranía de chuchurri. Viajo a tunja a llevar algunas muestras para vender. Previamente a la marcha, coloco en la entrada de la caverna un extraño cancerbero: una enorme araña verde, barbuda, cuyos ojos lanzan rayos verdosos causantes de fiebre amarilla y muerte atroz con agudísimos dolores y alucinaciones medrosas.
De camino, lo aprehendió una guerrilla y lo condujo al sitio de la don Juana. En este combate perdió la vida atravesado por un lanzazo. Según un curioso pacto entre Juancho arenas y el chiras, la guaca será de quien logre vencer el embrujo arácnido, golpeando con la canilla del difunto, que hallara en el lugar de la batalla fratricida  un viernes santo a las doce de la noche….!
Como se ve, Juancho arenas que conocía a perezosos e ilusos que aquí y allá se dan espontáneos ideo una manera fácil de amasar fortuna para aquellos holgazanes lugareños añorantes de prosperidad sin esfuerzo propio, a costa del trabajo ajeno…manos a la obra!


EL QUINCHA

En la finca “el cerro” de propiedad de don cesar porras, uno de los primeros “alcalde” contrateño, vivió muchos años ha, un apuesto joven labriego que se destacó en su época por sus devaneos y arrestos falderos.
El criollísimo don juan, se dice, no dejo flor intocada en aquel basto jardín del latifundio de don cesar…!
A niña que le pusiera el ojo, no se iba a desojar margaritas, sino a comenzar escarpines….
Las doncellas del lugar, le tienen zorra. No esto, porque les caiga mal, todo lo contrario. Es por ser campesino y el que dirán. Sin embargo, no pocas cautivadas a pesar del miedo y de la crítica fabrican la canastilla…!
En pleno laboral semanero, la peonada avisto en el camino, aledaño al surco, la ruta que viene del pueblo, a una señorita “creen” bellamente atrevida, traje negro brillante, zapatillas blancas, collar de cuencas rojas, anillos y orejeras resplandecientes paraguas negro.
Con paso trabajoso, como que guarda equilibrio en el pedregal, lleva la espalda en marusa de vivos colores, enorme calabaza…!
Los compañeros, sabedores de las volandas de la quincha, remoquete del mozalbete, convencidos que no se atrevería a acortejar a dama de alcurnia como la que se acercaba, en  son de tomarle el pelo, lo instan para que la enamore…!
Quién dijo miedo….! Sin pensarlo dos veces el tenorio labriego le espeta esta frase: señorita, le llevo la calabaza…? Tan linda usted no debe cargar maleta por que se cae y me voy a poner muy triste…! La muchacha con sonrisa agraciada, le alcanza la mochila. A pocos pasos, se abre un callejón largo entre dos peñas…
Ambos se adentraron por el estrecho cañoncito… fortísima ventisca soplo silbante… los compañeros atónitos, aterrados, mustios, escucharon un grito penetrante, el grito de la diablesa que canto su victoria…!
Instantes después, vieron cruzar una sombra negra que arrojaba chispas y comenzó a llover granizo… nadie volvió a saber del colibrí cerrero. Averiguaron por el pero nadie dio razón chica ni grande…!


LA MONJA SIN CABEZA



 Cuenta la leyenda que en el lugar que hoy se encuentra el Club de Golf, existía un Convento de una Congregación Religiosa de extranjeras que tenían por costumbre ir a misa todos los Domingos a la pequeña capilla que existía en el lugar.
      Era un Domingo como cualquier otro, pero con una gran diferencia. Era un día de tormenta. La carreta que ocupaban las religiosas se desplazaba con una razonable velocidad, un inesperado peñasco hizo que una de las ruedas de la carreta se saliera de su eje, provocando que una de las monjas cayese del carruaje y al caer una de las ruedas de la carreta sin control le cortara la cabeza.
Dice la leyenda que la monja aparece llorando en el hoyo, cerca del Club de golf, con un velo y la cabeza sobre la mano, solamente en los días de terribles tormentas.

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